Un día gris brillante.

Dicen que el clima afecta nuestro estado de ánimo. Los días de sol son días felices, mientras que los días grises o de lluvia son días que nos amargan y ponen tristes. Eso es lo que dicen,… Pero parece que para mi, la cosa no marcha así.

Hoy cuando me he despertado en la mañana, la brisa que entraba por mi ventana era fría y agradable. Parece que hoy va a ser un día gris, y cuando viene a ver, hasta llueve.

 Abro la ventana del comedor y desayuno como siempre admirando las fantásticas vistas de palmeras y árboles verdes que pueblan las montañas que rodean mi casa. Lo hago con calma, sin prisas, disfrutando cada pequeño instante. La brisa entra fresca y me eriza la piel. Termino de desayunar y me baño con el agua que sale más fría de lo normal. Me visto y salgo a la calle, donde hago el trayecto de 15 min hasta el centro donde trabajo.

Me gustan los días grises por varios motivos. Uno de ellos es que en días como el de hoy, la vida en el caribe parece pulsar el botón de pausa. La gente se queda tranquila en casa, no hay tanto alboroto por las calles, y se respira una paz refrescante. Al caminar esta mañana por la calle no veo a casi nadie, no están las vecinas del pueblo que cada día me saludan, y me hacen empezar el día con energía, sintiendo ese amor de comunidad. En lugar de eso, los días grises, como el de hoy, los aprovecho para pensar y para contemplar el paisaje. Y precisamente este es otro de los motivos que me hacen admirar los días como este. ¿Te has parado a admirar la belleza del cielo gris? Me recuerda a la espalda plateada de los gorilas Alfa. Tiene tantas tonalidades, camina desde el negro hasta el blanco ofreciendo una paleta de colores asombrosa. Pero si el color del cielo es espectacular, la luz que le da a los objetos que ilumina es todavía más asombrosa. Los prados y campos se apagan y muestran tonos de verdes y marrones que los días de sol esconden; el mar brilla como una lámina de mercurio o el lomo plateado de un dragón, que de repente refleja una luz dorada resplandeciente y de repente se torna de un negro abrumador.

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Los días grises son especiales, todo se vuelve calma, sería como si en el hilo musical de una película nos pusieran una melodía de suspense. ¿Se volverá el cielo brillante y azul, devolviéndole a cada objeto su plena luz, o por el contrario se acabará de oscurecer y se desatará la lluvia? Sea cual sea el resultado, me fascinará, pues si los días grises son así de increíbles, imagínate lo que es un día de lluvia.

Poder sentarse en la ventana a observar la lluvia, ver una tormenta eléctrica azotar el horizonte, admirar la fuerza del viento que mece los árboles haciéndolos bailar de alegría por ese riego tan deseado y merecido,… Y hablando de alegría, si caminar bajo el agua sin paraguas es una de las sensaciones que más tensión me hacía liberar, aquí he descubierto otro concepto: el de “bañarse en agua de lluvia”. Que liberador es salir al jardín y ponerse bajo el caño de agua para dejar que esa cortina helada se lleve las angustias, nudos, tensiones y haga espacio a todas las emociones nuevas que recomenzarán después de la tormenta,…

Y aún que hoy no ha llovido, llegar a casa, y ver como el sol vence el cielo gris y lo vuelve rojo, naranja y violeta, ver cómo lo enciende antes de sumirnos en la oscuridad de la noche, es para mi uno de esas obras de arte que te regala la vida en los días grises y que guardo en mi memoria como uno de mis mayores tesoros.

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Fotografía hecha por: Sueñas Conmigo

 

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